viernes, 1 de enero de 2010

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA.


FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA. 1 Sam 1,20-22.24-28; Sal 83; 1 Jn 3,1-2.21-24; Lc 2,41-52.


Por el Padre Alejandro Illescas.

Cuando yo entré al seminario, en mi Congregación de los Hijos de la Sagrada Familia, me preguntaba cómo podía la Sagrada Familia ser modelo para la familia actual, para la familia real, pues me parecía muy utópica la comparación. La verdad es que lo que yo conocía de la Sagrada Familia era sobre todo a través de devociones y estampas. Y la veía, como veía entonces a los santos, conociendo su vida por el final, ya santos, e ignorando sus luchas diarias en la fe y el amor, su gran parecido con nosotros.

Con el pasar de los años he visto que sólo si somos capaces de verla como familia en su realidad histórica, política, económica, laboral, etc. seremos capaces de verla humana, débil, y por lo mismo un ejemplo más admirable aun.

NAZARET UN MODELO PARA LAS FAMILIAS

A continuación pongo algunos ejemplos de circunstancias en la vida de la Sagrada Familia que nos pueden ayudar a verlos más cercanos

  • Una familia que empieza con un embarazo no deseado con todo lo que significa de cambio de planes de boda, de chismorreo entre la gente...

  • José, después de la desilusión primera y de pensar en abandonar a su novia, asume la paternidad de un hijo que no es suyo y acepta parecer el “tonto” ante las miradas acusadoras de la gente. La ley le permitiría apedrear a María, pero él, por amor a su mujer y al niño que viene, acepta hacer de padre, no cuestiona, no aborta… no critica.

  • Un censo obligado cuando el hijo va a nacer y que obliga a que nazca en unas pobres circunstancias, sin hospital o parientes: debajo de un puente o en una lanchita o cruzando la frontera…

  • Emigración obligada por la situación política del país que hace peligrar la vida del hijo (Herodes lo quiere matar). ¿Cuántos José y María no llegan hoy en día huyendo de los problemas de su país, de la guerra y viven en los campos de refugiados?

  • Inseguridad laboral dentro del propio país (Al volver gobierna Arquelao) que obliga a dejar su región o estado o su país. Obliga a José a dejar la ciudad, donde un carpintero tendría más seguridad laboral para mantener a su familia, y trasladarse a vivir a un pueblo o a Estados Unidos…

  • La angustia de perder a un hijo durante unas horas o días en un evento social con muchísima gente como puede ser una peregrinación a Jerusalén, o un partido de fútbol, o en un mercado…

  • Tener un hijo un poco “especial”... Siempre es difícil tener un hijo algo “especial”, con alguna discapacidad o super-capacidad…

  • La influencia negativa en nuestra identidad del pueblo o barrio donde vivimos y que nos acompaña toda la vida con la gente que no nos conoce: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” ¿O de Chamapa? ¿O del Molinito? ¿O de África? ¡Cuántas puertas no se cierran a mucha gente sólo por su procedencia…!

  • Muerte del cabeza de familia como José (O que el papá simplemente abandona la familia) y eso afecta a la vida familiar afectiva, económicamente… María pensaría como tantas madres solas ¿cómo llegar ahora a fin de mes? ¿cómo superar la sensación de soledad o de abandono?

  • Inestabilidad laborar de los hijos, trabajar en lo que se pueda (Jesús refleja en sus parábolas que trabajó de campesino, pastor, obrero, etc.)

  • Asesinato injusto de un hijo, del único hijo aunque fuera ya mayor de edad. Y siendo testigo: María estaba de pie ante la cruz o estaba en Tijuana o en Michoacán…

  • En el relato del Evangelio vemos la adolescencia de Jesús

Sin lugar a duda la adolescencia de los hijos es un momento difícil para toda familia. Un momento de crisis. Y siendo un momento de crisis, los padres no siempre están preparados para guiar a sus hijos permitiendo, al mismo tiempo que vayan descubriendo su personalidad y vocación personal. Por eso hay un chiste que dice que “las madres de adolescentes entienden por qué algunas hembras en el reino animal se comen a sus hijos cuando son pequeños”. Y Martín Valverde, un cantautor católico, suele definir a la adolescencia como “una enfermedad pero que se cura con el tiempo”.

Jesús sufrió la enfermedad de la adolescencia. ¡Y sus padres la sufrieron con él!

Cuando Jesús, a los 12 años, se pierde en el Templo hubo, sin duda una escena familiar difícil y tensa. Fue muy importante como familia que María y José supieron, como pareja, estar unidos en la angustia y no culparse el uno al otro (como hacen algunos matrimonios ante los comportamientos o accidentes de los hijos).

Al encontrar a Jesús ‘tan tranquilo’ ¡después de tres días! de desesperada búsqueda, era para poner el grito en el cielo. María aguanta la calma y habla antes que José (seguramente porque, como buena madre, sabía lo molesto que estaba su marido y que tal vez el enfrentamiento de él con el hijo crearía más problemas): “Hijo ¿por qué nos has hecho esto?”, pregunta tan común de los padres a sus hijos adolescentes. Pero María agrega “mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados” (María muestra sus sentimientos y crea así con sus hijo un diálogo profundo de sentimientos, no sólo de normas).

Jesús, como buen adolescente, relativiza las cosas: “Bueno no es tan grave, estoy bien, quería aprender y estaba aquí en el Templo oyendo y preguntando; ¿no dicen tú y papá que Dios es lo más importante en la vida? Pues yo estoy aquí ocupándome en sus cosas…”

Jesús, como todo adolescente necesitaba clarificar su vocación. Ciertamente eso lo tienen que “sufrir” los padres. Lucas resalta que “sus padres no comprendieron lo que les decía”. No es fácil comprender a los adolescentes (ni para ellos mismos) y siempre hay, además un cambio generacional: les toca vivir otros tiempos.

Pero Jesús era buen hijo y “volvió con ellos a Nazaret y siguió viviendo sujeto a su autoridad”.


José y María confían en Dios y en esa fe viven su matrimonio y su vida familiar con todos sus avatares. Se adaptan a las circunstancias que les presenta la vida y sin desesperar ponen su vida en manos de Dios aunque no siempre lo entendieran. Los evangelistas resaltan que María conserva y medita en su corazón todo lo que pasa, y que José escuchaba sus corazonadas o “sueños”. Pero María y José no sólo rezan y aceptan pasivamente lo que pasa, igual que todas las familias, ellos confían en que tarde o temprano se hará justicia a los débiles (El canto del Magníficat, que Lucas pone en labios de María, es un claro ejemplo de eso). Justicia política, justicia laboral, justicia económica… Y Jesús, ya mayor, se opondrá con la no-violencia a toda autoridad injusta (sea política o religiosa) que carga de fardos pesados las espaldas de la gente sencilla.


La vida está a menudo llena de dificultades y problemas, el mirar a la Sagrada Familia no es garantía de que esos problemas desaparecerán pero sí una ayuda para enfrentarlos con fe, como ellos, guiados por la confianza en Dios”



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