viernes, 18 de junio de 2010

12° Domingo Ordinario -C.

Por el Padre Alejandro Illescas Molina SF.


LO QUE TÚ ERES ES LO QUE DIOS TE REGALA.

LO QUE HACES DE TI ES LO QUE TÚ REGALAS A DIOS.


El mensaje del evangelio de hoy es muy claro, seguir a Jesús requiere disponibilidad. No es cómodo, no nos asegura que nos va a ir bien, más bien, todo lo contrario, nos advierte que hay que tomar la cruz, renunciar a la comodidad personal y hacerlo, no una vez, sino “cada día”.

Entregar la vida, cada día, por amor por la causa de Jesús.

Así fuimos programados por Dios y sólo así encontraremos el verdadero sentido de nuestra vida.

Si creemos que Jesús es el Mesías, nuestro salvador, tenemos que entender su camino y saber que pasa por la cruz, por la renuncia, por la entrega…


Si aceptamos ser de Cristo, no se nos asegura que nos va a ir bien, sino que les va a ir bien a la gente que nos encontremos en nuestro camino, sin hacer distinciones (como dice San Pablo) pues daremos la vida por ellos, por todos. En lo sencillo y en lo difícil.


EL ESFUERZO ES PARTE DEL REGALO


«En una noche de Navidad, un misionero de África regresó a su misión en su jeep después de un día de mucho trabajo visitando algunas de las diferentes aldeas de la misión. Llovía a mares.

Vivía sólo y cansado, como estaba, encendió el fuego y se disponía a celebrar la Navidad con una pequeña cena fría, cuando oyó que tocaban a la puerta de su cabaña.


Extrañado y temeroso preguntó quién era. “Soy yo, padre”, -dijo una voz conocida.

Abriendo la puerta, el misionero dijo: “Pero Rafael, ¿qué haces por aquí en una noche como ésta? Pasa, pasa, estás empapado. ¿Hay alguna urgencia en tu aldea?”

“No, padre, no se preocupe”. “Entonces –preguntó aun extrañado el misionero-, ¿qué te hace venir de tan lejos con un tiempo así?”

“Lo que pasa, padre, es que mi mujer y yo sabemos que hoy es una noche muy especial para usted por ser Navidad, y le traje este pan que hizo ella”. Y mientras decía esto, el hombre sacó un bizcocho casero de su morral.

“Pero hombre, Rafael, muchas gracias, pero me lo podías haber dado mañana. No hacía falta que hicieras una caminata tan larga con la lluvia que está cayendo. Vamos, acércate al fuego y ahora comemos algo juntos”.

“No, gracias padre, ya me voy. Sólo vine a traerle este pan y a desearle con él una feliz Navidad”.


“Gracias de nuevo. Y ya que no quieres esperarte a que pase la lluvia. Déjame que coja las llaves del jeep y ahora te llevo a tu aldea”.

“No, padre. Usted ya está cansado, descanse y disfrute de su fiesta”.

“Pero buen hombre –insistió el misionero- tu aldea está, por lo menos, a dos horas a pie de aquí.


¿Cómo vas a regresar andando a esta hora y con este tiempo?”

“Padre, usted no se preocupe. Y sepa que las dos horas de ida y las dos horas de vuelta eran parte del regalo”. Y sin decir nada más el hombre se marchó.