domingo, 14 de marzo de 2010

Homilia 4° Domingo de Cuaresma C

Homilia 4° Domingo de Cuaresma C.

Por el Padre Alejandro Illescas Molina SF

- En la época de Jesús los fariseos y los escribas eran los que mejor cumplían con la religión. Al menos ellos lo pensaban así y la gente en general también, pues los veían de continuo en el Templo, en las oraciones, etc. Y para cumplir mejor con la religión se alejaban de los que no la cumplían bien y se sentían con el derecho de criticarlos porque no hacían lo que Dios pedía en la Ley.

- Hay muchos católicos a los que nos pasa lo mismo. Creemos que por ir a Misa los domingos, asistir a veces a los rosarios por los difuntos, no comer carne los viernes, etc. somos los que mejor cumplimos la religión. Y muchos nos lo dicen así: “que bueno(a) es usted, que obedece todo lo que dice la Iglesia”. Y nos sentimos que podemos juzgar a los demás, a los de otras religiones, a los que no van a Misa, etc

- “Misericordia quiero y no sacrificios” insistirán los profetas anteriores a Jesús en nombre de Dios. Y Jesús repitió también eso a sus discípulos y contó varias parábolas para tratar de que lo entendieran: El fariseo y el publicano, la oveja perdida, el hombre que no perdona las deudas, etc. y sobre todo la que escuchamos hoy, el hijo pródigo.

- A pesar de que se nos insiste que la salvación no depende de nuestras obras sino del gran amor de Dios, seguimos pensando que tenemos que ser buenos para ir al cielo. Y nos preocupa más no pecar que amar a nuestros semejantes.


AL CIELO CON LOS AMIGOS
(Basado en un cuento de Paulo Coelho )

Tres amigos iban por una carretera discutiendo sobre la religión, pues dos de ellos hacía poco que habían abandonado la Iglesia católica y se habían hecho uno cristiano y otro testigo de Jeova. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme, cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero no se dieron cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguieron su camino (dicen que a veces los muertos andan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición).

La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos. En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro. El católico se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo:

- “Buenos días”.

- “Buenos días” –respondió el guardián.

- “¿Cómo se llama este lugar tan bonito?”

- “Esto es el cielo” –respondió el guardián.

- “Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos muy sedientos”.

- “Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. -Y el guardián señaló la fuente- Pero ellos dos no pueden entrar.

- “Pero es que ellos también tienen sed…”

- “Lo siento mucho –dijo el guardián–, pero aquí no se permite la entrada a los que abandonaron la verdadera religión”.

El hombre sintió un gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber sólo. Así que dio las gracias al guardián y siguió el camino con sus amigos.

Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja, que al parecer estaba siempre abierta, y que daba a un camino de tierra rodeado de árboles.

A la sombra de uno de los árboles había un hombre acostado, con la cabeza cubierta por un sombrero, que parecía el cuidador.

- “Buenos días” –dijo el caminante.

El hombre respondió con un gesto de la cabeza sin quitarse el sombrero.

- “Tenemos mucha sed, ¿tendrán agua en este lugar?”

- “Hay una fuente entre aquellas rocas –dijo el hombre, indicando el lugar-. Pueden beber toda el agua que quieran”.

Los tres amigos se alegraron, fueron a la fuente y calmaron su sed. Luego volvieron atrás para dar gracias al hombre.

Pueden volver siempre que quieran” –contestó el hombre.

A propósito –preguntó el católico-, ¿cómo se llama este lugar?”.

Cielo” –contestó el hombre.

¿El Cielo? ¡Pero si el guardián del portal de mármol nos dijo que aquello era el Cielo!”

Aquello no era el Cielo –contestó el guardián. Era el Infierno”.

El católico quedó perplejo y dijo: “Deberían prohibir que utilicen su nombre! ¡Esa información falsa debe provocar grandes confusiones!

- “¡De ninguna manera! –dijo el hombre-. En realidad, nos hacen un gran favor... Allí se quedan todos los que, por amor a sí mismos, son capaces de abandonar a sus mejores amigos”.


- La religión para que sea auténtica, debe llevarnos a acercarnos y amar a nuestros semejantes, no a alejarnos de ellos. A pesar de que no siempre nos gustarán las decisiones que ellos toman para su vida.

- Deberíamos alegrarnos porque incluso los que son malos en esta tierra, se irán al cielo y encontrarán la paz y recuperarán gracias al amor de Dios y al nuestro, lo que se perdieron en la tierra.





miércoles, 10 de marzo de 2010

Homilia 3er Domingo de Cuaresma C

Homilia 3er Domingo de Cuaresma.

Padre Alejandro Illescas Molina. SF.


Una persona muy buena y una muy mala van a cruzar la calle ¿a quién creen que Dios quiere que atropellen?... ¡A ninguno! Atropellarán al que vaya distraído.

Nos gusta sentirnos mejores que los demás y creemos que por rezar no nos va a pasar nada. Pero más buenos que Jesús no vamos a ser y a él no le fue muy bien…

Jesús en el Evangelio nos recuerda que no es por ser buenos que nos va a ir bien, sino que lo importante es que estemos siempre listos por si Dios nos llama hoy a su presencia, que ojalá tengamos las manos llenas de frutos para presentarle a él, para agradecerle la vida y no decir ¡caray no esperaba morirme tan de repente!

Debemos siempre aprovechar las desgracias de otros para revisar si estamos nosotros dando frutos de acuerdo a nuestra fe.

EL PUENTE

Había un par de hermanos que tenían sus granjas una al lado de la otra y que habían vivido en armonía por muchos años. Un día se pelearon. Era el primer conflicto serio que tenían en 40 años de cultivar juntos hombro a hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes en forma amigable.

El conflicto comenzó con un pequeño malentendido y fue creciendo hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de silencio.

Una mañana alguien llamó a la puerta de la granja del hermano mayor. Al abrirla se encontró a un hombre con herramientas de carpintero. "Estoy buscando trabajo por unos días -dijo el extraño-, quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda hacerlas por usted".

"Sí -dijo el hermano mayor-, tengo un trabajo para usted”. Y salió afuera. “Mire al otro lado del arroyo –le dijo al carpintero señalando en esa dirección-, ¿ve aquella granja?, ahí vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor. Hasta la semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros pero él desvió el cauce del arroyo para que quedara entre nosotros. Él lo hizo para hacerme enfurecer, pero le voy a hacer yo una mejor. Quiero que construya una barda de madera, una cerca de dos metros de alto. Pues no quiero ver a mi hermano nunca más."

El carpintero le dijo: "Creo que comprendo la situación. Confíe en mí, le entregaré un trabajo que lo dejará satisfecho."

El hermano mayor le ayudó al carpintero a reunir todos los materiales necesarios entre los desechos de la granja y se fue por el resto del día para ir por provisiones al pueblo.

El carpintero trabajó duro todo el día midiendo, cortando, clavando. Cerca del ocaso, cuando el granjero regresó, el carpintero había justo terminado su trabajo.

El granjero quedó con los ojos y la boca completamente abiertos. En vez de la cerca de dos metros que él había encargado, había un puente que unía las dos granjas a través del arroyo. Era una fina pieza de arte, con todo y barandal.

Antes de que pudiera decir nada, su vecino, el hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano mayor le dijo: "Eres un gran hombre, mira que construir este hermoso puente después de lo que yo he hecho y dicho".
Estaban en su reconciliación, cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas para irse. "¡No, espera! -le dijo el hermano mayor- quédate unos cuantos días. Tengo muchos proyectos para ti".
"Me gustaría quedarme -dijo el carpintero-, pero tengo aun muchos puentes por construir."

Cuaresma es tiempo de conversión, de reconciliación.

El mensaje del Evangelio de hoy es que no busquemos culpar o echar la culpa a otros, sino que ¡demos frutos dignos de conversión…! Dejemos que Jesús el carpintero nos ayude a construir los puentes que necesitamos en nuestra vida.

- Moisés antes de liberar al pueblo tuvo un encuentro personal con Dios, entendió su mensaje y eso le dio el valor para perseverar en la liberación a pesar de las muchas dificultades que encontró.